lunes, 16 de febrero de 2015

Una sumisa


Toda verdadera sumisa, me refiero a toda mujer con verdadera alma de sumisa, no a una a la que le gusten unos meros juegos sexuales, está por encima del tiempo que vive y siente, porque nunca muere el deseo de complacer en su interior, siempre la acompaña, aunque lleve invisible el collar que anhela y por el cual suspira en vida antes de entregarse. 
Esto es  muy importante: cada sumisa lleva en si misma los sentidos y los sentimientos de aquello que ansía por dar y complacer, que habitan y son parte de su corazón. Es aquí donde el Amo tiene que conocer a su sumisa y olvidarla como pareja, para adentrarse en ese mundo de su interior que siente, sufre, quiere y padece para poder rozar sin miedos el interior de su espíritu sumiso y asi alcanzar esa fusion perfecta entre Amo-sumisa.
El secreto de una sumisa esta en saber llegarle al corazón con palabras y caricias, saber llenar y acariciar sus sentidos, los mismos que harán renacer y florecer aquello que siente verdaderamente y así satisfacerla y complacerla, aunque lo esencial para dominarla y hacerla feliz es, sin duda, tomarla y disfrutarla en busca del propio placer.
Conozco, sé y existe ese sentimiento de dolor, que roza casi la insensatez, de no saber apreciar a la sumisa en su valor como mujer entregada y sometida para complacer a su Dom. 
Ese mismo sentimiento se desvanece en el interior de la sumisa porque muchas son completamente olvidadas por problemas personales, sociales o familiares y por ello son condenadas en un mundo vainilla donde esperan, simplemente, que su Amo regrese.
La sumisa no puede vivir tranquila sin ser entregada, ya que es esencial para ella, porque nace con esa sumisión de quererse dar y complacer sin medida. Si le falta ser dominada, siempre esperará que su Amo sacie y complemente ese vacío que tiene por dentro con el preciso y exacto trato en cada momento para entregarse ciegamente sin miedos, y vivir el placer de estar muy quieta ante su Amo, donde con los ojos vendados, solo queda el silencio alrededor, y esa excitación cuando  agudizando el oído para oír la respiración de su Amo, puede oler al hombre que la observa en su plenitud.
Mientras la toca y la acaricia, siente el roce de la palma de su mano en su piel desnuda sin saber cuando será suave, o cuando estallará el chasquido en sus nalgas.
Si existe la liberación espiritual de la sumisa en el nirvana, ese estado de paz y quietud elevará el karma de la consciencia de todas las sensaciones que recorren el cuerpo de la sumisa en los campos magnéticos de los chakrás y a la vez dejará su mente que abra la puerta tridimensional que la conduzca a la levitación del subspace.
Si la sumisa no complace no sirve y si no sirve no vale y como tal tiene que ser invitada a colgar el traje de sumisa y con esto, pues, condenada a divagar eternamente perdida en un mundo de vainilla.

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